Los cinco se van de camping by Enid Blyton

Los cinco se van de camping by Enid Blyton

autor:Enid Blyton [Blyton, Enid]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Aventuras, Infantil, Juvenil
publicado: 2013-08-07T00:00:00+00:00


—¿Qué te parece si vamos a mirarlo? —preguntó Dick—. No logré descubrir a nadie en la cabina. Tan sólo el resplandor de algo que parecía fuego. Pero ¡alguien tenía que conducirlo! ¡Qué cosa tan rara! ¿Verdad? Sin embargo, hace un ruido bastante real, de todos modos.

—Vayamos al depósito —dijo Jock, que parecía el menos afectado de los tres—. Venid.

Hicieron el recorrido muy despacio. De repente Dick dejó escapar un agudo grito.

—¡Diablos! Me he torcido el tobillo. Esperad un minuto.

Se dejó caer al suelo preso de un fuerte dolor. Sólo era una torcedura, por fortuna, y no afectaba para nada a los ligamentos. No obstante, durante algunos minutos, Dick no pudo hacer otra cosa que gruñir. Los otros no se atrevieron a abandonarle. Julián se arrodilló a su lado, ofreciéndose a frotarle el tobillo. Dick no se dejó tocar. Jock no alcanzaba a reprimir su ansiedad. Se necesitaron unos veinte minutos antes de que el tobillo de Dick estuviese lo bastante fuerte para poderse sostener en pie. Con la ayuda de los otros dos consiguió al fin levantarse y probar si podía caminar.

—Creo que ya estoy bien. Puedo andar, aunque despacio. Continuemos hacia el depósito, a ver si nos enteramos de una vez de lo que está sucediendo.

Iniciaban ya la marcha cuando los detuvo en seco un ruido que venía por las vías procedentes del depósito. Rugía, rugía, rugía… con discordantes chirridos.

—¡Vuelve! —musitó Julián—. No habléis. Limitaos a mirar. Parece que regresa por el mismo túnel.

Se quedaron quietos mientras el sonido se acercaba y se multiplicaba. Vislumbraron el resplandor de aquello que parecía fuego en la cabina. El tren pasó de largo y desapareció en la oscuridad de la boca del túnel. El eco de sus rugidos persistió aún por algún tiempo.

—Bueno, al fin y al cabo, Sam y los otros tenían razón. Eso es un tren fantasma —dijo Julián, intentando en vano sonreír, pues se sentía bastante agitado—. Vino y se marchó. De dónde y a dónde, nadie lo sabe. Sin embargo, lo hemos oído y visto en la oscuridad de la noche. Ponía la carne de gallina.



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